lunes, 15 de noviembre de 2010

Republica Dominicana



La República Dominicana ejemplifica cómo la
búsqueda de un nombre forma parte de los intentos
por contener a aquellos agentes que, supuestamente,
la amenazan. Dichas tribulaciones se remontan a la
época colonial, cuando en la Isla Española existieron
una colonia hispánica y otra francesa.
Con el florecimiento económico de la posesión francesa,
se relegó el nombre que le confirió Colón a la Isla y se
le llamó Saint Domingue / Santo Domingo, si bien Isla
Española o Hispaniola no desaparecieron.
Tal situación predominó hasta la revolución de esclavos
en Saint Domingue (1791) y la fundación de la República
de Haití (1804). Hasta ese momento, Saint Domingue
fue una colonia arquetípica debido a su economía de
plantación. Pero Haití encarnó la “guerra de razas”
y la derrota del colonialismo blanco por los negros.
Entonces, España cedió a Francia su parte
de la Isla. Posteriormente, Santo Domingo
regresó a la soberanía española gracias a
un movimiento criollo que inició el periodo
de la “España boba” (1809-1821). En
esos años surgieron los primeros ensayos
independentistas. Hubo dominicanos
que apoyaban la separación de España
y la unificación con Haití; otros preferían
unirse a la Gran Colombia. Finalmente, en
diciembre de 1821 se proclamó el Estado
Independiente de Haití Español, que sería
parte de la Gran Colombia. Pero a principios
de 1822 se inició la Dominación Haitiana
(1822-1844). Entonces se acentuaron las discrepancias
que sustentarían los imaginarios nacionales en la futura
República Dominicana.
Previo a la Revolución,
no fue un problema acuciante
cómo denominar a esa parte de la Isla que, desde
la perspectiva dominicana, no era Haití. Haití es un
vocablo taíno, usado por los indígenas para denominar
a la Isla; hacia 1598 todavía se usaba para referirse a
ella. Luego de la creación de la República Dominicana
y de que se exacerbaran las relaciones con Haití, ese
nombre fue disputado; incluso se negó que los indígenas
la llamaran así. Pero en el siglo XVIII los dominicanos
también llamaban Haití a la Isla y usaban “Criollos de
Hayti” como patronímico. Es decir, entonces Haití no
denotaba un veredicto moral. A principios del siglo XIX
era común que la Isla fuera llamada Haití, incluso luego
de la fundación de la República de ese nombre.
Una comunidad política autónoma
En el primer cuarto del siglo XIX, varias tendencias
abogaron por una comunidad política autónoma; cada
una propuso un nombre para la entidad que quería
fundar. Unos favorecían la integración con la República
de Haití; otros se oponían a ella. Tal fue el caso de quienes
proclamaron el Estado Independiente de Haití Español,
unida a la Gran Colombia. Pero ese flamante Estado
duró un soplo: poco después se inició la Dominación
Haitiana. Al proclamarse la independencia en contra
de Haití, el 27 de febrero de 1844, adquirió vigencia el
término República Dominicana. El mismo ha prevalecido
desde entonces; solo entre 1861-1865, cuando el país
fue anexado a España, se le volvió a llamar Santo
Domingo. En 1865, se restableció la soberanía nacional
y el nombre de República Dominicana.
Pero ahí no terminaron las tribulaciones por el nombre.
De hecho, se reforzó una discursiva que concebía a Haití
y a la República Dominicana como entidades culturales
diametralmente opuestas. Alejarse simbólicamente
de Haití conllevó una reconstrucción del pasado, de
manera que se desvanecieran aquellos aspectos de la
historia que podían implicar alguna cercanía con ese
país. Por eso se debatió el nombre de la Isla antes la
Conquista.
Objetivo: alejarse de Haití
A partir de ese momento, alejarse de Haití -al menos
simbólicamente- se convirtió en un objetivo central. Se
negó, pues, que los antiguos habitantes de la Isla la
llamasen Haití. Surgieron dos propuestas alternativas:
que la llamasen Bohío (que significaría “tierra muy
poblada”), o Quisqueya (alegadamente, “madre de
todas las tierras”). Entre estos apelativos, el segundo
terminó ganando el favor de los dominicanos. Pese a
ello, el término Quisqueya carece de un sólido sustento
histórico que permita aceptarlo como el nombre que
le daban sus habitantes originales a la Isla Española.
Según el intelectual dominicano César Nicolás Penson
(1855-1901), este fue un nombre espurio que se
originó en la deformación de Guisay, Quinsay o Quisay,
fabulosas ciudades del Oriente que buscaba Colón en
sus viajes.
Todo esto ilustra la obsesión por buscar un nombre
que, hasta en los más remotos tiempos, separen a
la República Dominicana y a Haití. Se trata de una
disputa por el origen que implica asignarle significados
particulares a la geografía de la Isla, convertida en el
locus de un enfrentamiento de proporciones épicas y
trágicas, y, por ende, en un espacio mítico.

AUTOR  :  Pedro L. San Miguel, pertenece a la Universidad de Puerto Rico
FUENTE : EDICION IMPRESA , PAG 16-NOVIEMBRE 2010

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