viernes, 26 de noviembre de 2010

Carta desde California



El Comité de Ideas a Largo
Plazo para California se plantea
una estrategia integral para
reparar y renovar la forma de
gobernar que saque al Estado
del estancamiento y lo adapte a
los retos del siglo XXI
California es, desde hace mucho tiempo, la
vanguardia de Estados Unidos. Y hoy sigue
siendo así. Sepultada en un mar de deuda tras
años de parálisis política, refleja, amplificada,
la situación del país en general. La Oficina de
Analistas Legislativos de California (un órgano
independiente que asesora a la Asamblea
estatal) prevé unos déficits de 20.000 millones
de dólares durante otros cinco años. Casi el 90%
de los californianos considera que su Gobierno
no funciona. La insatisfacción de la ciudadanía
es mayor que nunca.
La insatisfacción de la ciudadanía es mayor
que nunca. El 90% cree que su gobierno no
funciona
Aunque la influencia creciente del Tea Party ha
contribuido a que hubiera un gran giro hacia la
derecha en las últimas elecciones de Estados
Unidos, California tuvo su momento tea party
hace siete años, cuando Arnold Schwarzenegger
derrotó al entonces gobernador Gray Davis
en unas elecciones extraordinarias. Hoy, la
popularidad del gobernador Schwarzenegger
es tan baja como era la de Davis entonces.
Es decir, los californianos han acabado por
comprender que el verdadero reto al que se
enfrentan no es el de sustituir a unos dirigentes
políticos sino el de arreglar un sistema que ha
dejado de funcionar.
Como si fuera un preludio al próximo gran giro
en la política estadounidense, que llegará dentro
de un tiempo, cuando las pasiones y la furia
actual por derrocar a quien está en el poder se
hayan apagado, los californianos emprendieron
un camino claramente distinto en las elecciones.
El candidato demócrata a gobernador, Jerry
Brown, que ya estuvo durante dos mandatos al
frente del Estado, resultó elegido por un amplio
margen, y el intento de las grandes compañías
petrolíferas de revocar la histórica ley de
California sobre el cambio climático sufrió una
contundente derrota a manos de los electores,
tanto de derechas como de izquierdas.
Mientras los sectores políticos partidistas del resto
del país se despellejaban unos a otros en vísperas
de las elecciones, en California conseguimos
convocar al gobernador republicano, Arnold
Schwarzenegger, y al gobernador demócrata
al que había derrotado, Gray Davis, junto con
una colección de destacados ciudadanos de la
región, desde el secretario de Estado de Reagan,
George Shultz, hasta la dirigente sindical más
poderosa del Estado, en la primera reunión del
Comité de Ideas a Largo Plazo para California.
El anfitrión del encuentro fue Eric Schmidt,
consejero delegado de una de las empresas
más innovadoras de Estados Unidos, Google,
en su sede próxima a San Francisco. El grupo,
formado por 15 miembros, incluyó también,
entre otros, a dos ex presidentes de la Asamblea
estatal, Terry Semel, que dirigió Warner Brothers
y Yahoo!, Laura Tyson, que presidió el Consejo
Económico Nacional durante la presidencia de
Clinton, y Eli Broad, multimillonario y mecenas
de las artes.
Como dijo uno de los participantes en la reunión,
utilizando una metáfora informática, mientras el
resto de Estados Unidos está en pleno colapso,
California, al menos, está preparándose para
“reiniciarse”.
La descomunal tarea de resolver los problemas
de California y hacer que Estados Unidos
vuelva al buen camino no surge de la nada. En
otros lugares del mundo actual, sobre todo en
China, unos líderes resueltos y unidos están
construyendo con la vista puesta en el futuro
como hizo California hace 50 años, cuando
convirtió la Universidad de California en un
sistema universitario de categoría mundial,
vinculado a un plan educativo para todo el
Estado, y construyó grandes redes de carreteras
y canales para que llevaran el agua desde el
norte húmedo hasta el árido sur.
Con unas reservas inmensas, la atención
puesta en la educación y unas infraestructuras
eficientes desde el punto de vista energético,
incluido el trazado de una red de ferrocarriles
para los trenes más rápidos del mundo, que
enlazarán al 80% de la población, China está
tomando ya la delantera incluso en energía solar
y otras tecnologías limpias que, en otro tiempo,
eran patrimonio de California.
Como a mis colegas del Comité de Ideas a
Largo Plazo, me preocupa mucho en qué
situación estarán California y Estados Unidos
de aquí a 20 años si no encontramos la forma
de que las sociedades democráticas salgan del
estancamiento actual, que nos está llevando
de una era de promesas a una trayectoria de
desaparición. Si California, en su papel de líder,
puede mostrar el camino de regreso al buen
gobierno, será un ejemplo decisivo para el resto
del país.
Cualquier estudiante universitario, empresario,
propietario de vivienda, inmigrante recién llegado
o jubilado en California tiene la desoladora
sensación de que el futuro, ese futuro al que
nuestro Estado siempre se adelantaba, está
dejándonos atrás.
Sabemos en qué situación está hoy California.
Sus ciudadanos, que antes aspiraban a construir
una sociedad equiparable a su magnífico
paisaje, se han resignado a tener montañas
de deudas, empleos inestables, escuelas de
pésima categoría, más dinero público para
las prisiones que para la enseñanza superior
y unas infraestructuras anticuadas, medio
desmoronadas, que son una vergüenza al
lado de las de países emergentes como China.
La raíz de estos fallos está en un sistema de
gobierno en descomposición que, año tras
año, no genera prácticamente nada más que
bloqueos sectarios y déficit cada vez mayores.
Y los californianos saben en qué situación
quieren estar en 2025. Quieren un gobierno con
solidez fiscal, que pueda afrontar los altibajos
de los ciclos económicos y promover empleos
bien remunerados, asociados a los sectores de
vanguardia de California, desde la biotecnología
hasta las energías limpias, pasando por la
tecnología de la información. Quieren sostener
la próspera agricultura californiana, reforzar
la competitividad mundial de su sector del
espectáculo y ampliar el comercio con México
y Asia. Para garantizar la movilidad social,
quieren escuelas excelentes, una enseñanza
superior que sea asequible y esté al alcance de
todos los californianos, capaz de proporcionar
los profesionales innovadores y cualificados
que se necesitan para construir las industrias
del futuro. Quieren unas ciudades habitables,
que respeten el medio ambiente, que utilicen la
energía y el agua con inteligencia. Un tren de
alta velocidad que haga el recorrido entre Los
Ángeles y San Francisco con la misma rapidez y
la misma comodidad con las que los japoneses
van de Tokio a Kioto facilitaría la circulación de
personas y el comercio entre las principales
regiones del Estado.
A pesar de las buenas intenciones y los esfuerzos
concertados de los dirigentes políticos en los
últimos años, los californianos no han logrado
pasar de su situación actual a la que quieren
tener porque el propio sistema es disfuncional.
El cambio solo será posible si California adopta
un sistema de gobierno moderno que tenga
la capacidad de actuar con decisión, refleje
la complejidad y diversidad de su población y
su economía y esté más adaptado a los retos
y las oportunidades del siglo XXI que el que
heredamos de la época de los ranchos y los
magnates del ferrocarril.
Sobre todo, en lugar del agotador e
irresponsable rencor que paraliza la política
actual, ese nuevo sistema debe estar imbuido
del espíritu independiente del pragmatismo
y la perspectiva de largo alcance que
tuvieron los grandes constructores del
Estado en los años cincuenta y sesenta:
el gobernador republicano Earl Warren,
que después fue magistrado del Tribunal
Supremo, y el demócrata Pat Brown, padre
del gobernador electo actual, que en la era
posterior a la Segunda Guerra Mundial
sentaron las bases de la prosperidad y
la calidad de vida que disfrutó California
durante muchos años.
Con ese objetivo, el Comité de Ideas
a Largo Plazo para California, el grupo
independiente que yo patrocino, pretende
ofrecer una estrategia integral para reparar
y renovar la forma de gobernar.
Las reformas que estamos estudiando
incluyen modificar los límites de los
mandatos legislativos y el sistema de
iniciativas populares, del que abusan los
grupos de intereses especiales y que
permite a los electores aprobar un gasto sin
tener una fuente de financiación. Estamos
pensando en un “fondo para tiempos
difíciles” que acabe con la volatilidad
presupuestaria y un nuevo sistema tributario,
propio del siglo XXI, que se apoye menos
en el impuesto sobre la renta y más en un
“impuesto sobre los ingresos netos de la
empresa”. También se está examinando la
posibilidad de descentralizar los poderes y
las responsabilidades fiscales del Estado
a las comunidades locales, para que el
gobierno esté más cerca de la gente y sea
más receptivo a sus inquietudes. Una prioridad
fundamental es incorporar a la gobernanza
la perspectiva a largo plazo, a través de un
Consejo Estratégico de California que se
centraría en la creación de puestos de trabajo
de alta remuneración vinculados a los sectores
de vanguardia del Estado, la calidad de la
educación y la construcción de infraestructuras
inteligentes basadas en energías limpias. Para
ello es necesario establecer un fondo que
se reponga continuamente para garantizar
que la enseñanza superior, en especial en la
Universidad de California, siga siendo asequible
y estando al alcance de todos los californianos.
No hay duda de que California puede volver
a ser la república del futuro que fue en otro
tiempo. En mi opinión, es el lugar del que el
mundo debe estar pendiente. Donde vaya ella,
irá Estados Unidos.

Nicolas Berggruen es fundador y presidente
de Berggruen Holdings. Traducción de María
Luisa Rodríguez Tapia

FUENTE  : Edicion Impresa pag 07- Nov 26-2010

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