lunes, 15 de noviembre de 2010

Prensa Corsaria


Me encantan algunos colegas que creen que la prensa es como una
patente de corso.
Cada vez que alguien habla de sus excesos, de sus silencios, de sus
venganzas, de su mal gusto y del hecho notorio de que están al servicio
de los dineros y del poder que del dinero emana, saltan los “hombres de
prensa” a decir aquello que ni ellos mismos creen: que la prensa encarna
el espíritu de la libertad, el vuelo de los fueros individuales, el secreto de
la democracia.
¡Qué risa!
¿Alguien puede creer que la prensa que se vende al Banco de Crédito, a
Ripley, a Wong, al Señor de la Marmaja, a Nuestra Señora de la Cutra, a
la Virgen del Puño y a Santa Sunat de los Milagros representa la libertad
y al ciudadano?
Esa es la prensa que dice que sólo se puede tolerar la autorregulación.
Es como pedirle a Francis Drake que se autorregule. Como solicitarle a
Nabokov que entre a un convento. Como rogarle a Alan García que diga la
verdad. Como pedirle a los hermanos Agois que se pongan al día.
Dejémonos de hipocresías. La libertad de prensa aletea todavía en el
Perú porque hay algunos periodistas que la ejercen contra viento y marea,
contra pautas publicitarias y dueños amansados.
No se puede ser tan fariseo haciendo buches con grandes palabras
mientras se firma un pacto con el sistema y la corrupción que lo sostiene.
No se puede hablar de grandes valores cuando se han abandonado todos
los principios.
Por eso me da una risa
tremenda esto de oír a
la colegada hablando
mal de la señora
Kirchner porque ha
tenido el valor de
enfrentarse al imperio
de Clarín, dueño de
una papelera mal
habida que controla
el mercado de ese
insumo y que es parte
de un conglomerado
de vastos intereses.
¿O me van a decir
que Clarín se enfrentó
al fascismo
de Videla? No, quien se enfrentó a la jauría uniformada fue La Opinión,
de Jacobo Timerman, que estuvo preso y casi muerto en una mazmorra
bonaerense. Y La Opinión fue el mejor diario latinoamericano que yo haya
leído. Y lo fue, entre otras cosas, porque era libre de verdad, carente de
publicidad, pletórico de inteligencia, valiente hasta el sacrificio.
Cuando en este continente pululaban las bestias del fascismo, ¿qué hacía
la “gran prensa”? Pues colaboraba mientras, de paso, como hizo Clarín,
compraba activos a precios de terror. ¿O no recuerdan a El Mercurio
festejando las matanzas, haciendo negocios con los Chicago Boys de
por medio y recibiendo dinero de la CIA, tal como quedó demostrado en
documentos oficiales desclasificados por el Congreso estadounidense?
A mí no me vengan con discursos de la SIP ni con editoriales de El
Comercio ni con las preocupaciones de Carlos Alberto Montaner ni con
las solidaridades de Pedro J. Pillos disfrazados de apóstoles, vivazos
letrados, pendejos hereditarios que jamás se saldrán del libreto impuesto,
del límite trazado, del cuento chino de que el mercado lo es todo y que el
liberalismo canónico es el fin de la historia.
Que les haya ido bien es una cosa. Que se presenten como la conciencia
de todos, amenazada por el poder (cuando el verdadero poder es el que
los banca), es demasiado.
Si el cinismo fuera punible, las cárceles estarían llenas de periodistas
encumbrados.
Si el cielo compensatorio existiera tendría que estar repleto de los
verdaderos héroes del periodismo: aquellos redactores, sobre todo
jóvenes, que luchan día tras día para que sus notas sean respetadas,
para seguir limpios en una atmósfera tan sucia; aquellos reporteros de la
tele y la radio que, a pesar de sus jefes, siguen creyendo que la prensa
es algo más que congraciarse con los tiburones. A ellos mi homenaje y mi
saludo.

AUTOR  : CESAR HILDEBRANDT
FUENTE : EDICION IMPRESA , PAG 07-NOVIEMBRE 2010.

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