sábado, 23 de octubre de 2010

Cachetada al Peru


Un hombre violento, irascible y
desproporcionado en sus gestos. Un
hombre al que nada ni nadie se le
interpone en el camino y cuya majestad no
puede ser perturbada por un oportunista
que se coloca delante de él. No importa
que la reacción sea pública. Menos que el
perjudicado por la reacción sea un hombre
débil en muchos sentidos. Esa era la
imagen de Alan García el año 2004, cuando
estampaba su pie en la espalda de Lora y
legaba, gracias a hábiles camarógrafos,
su peor cara para la posteridad.
Esa imagen lo persiguió por mucho
tiempo y logró, gracias a algún asesor
inteligente, hasta una reunión con el
agraviado y un pedido de disculpas, antes
de la campaña del 2006 donde la foto fue
de uso frecuente, pero relativizada por los
hechos posteriores.
Pero como el tiempo no mejora el burro
a caballo, tarde o temprano, volvería la
estampita. Y así fue el sábado pasado.
Sólo que esta vez no hay (por ahora)
foto de la bofetada que Richard Gálvez
y varios testigos juran que el Presidente
de la República le propinó por gritarle a
su paso, ¡corrupto! Y la ausencia de la
prueba gráfica es, probablemente, lo que
ha enredado al Presidente dejando, como él
aspiraba, a la agresión física como un incidente
mínimo y evidenciando, como un incidente
máximo, las serias faltas éticas que comete para
ocultar lo que según él mismo nunca ocurrió.
Lo hemos visto pasar de la negación (“no le
crean a Diario 16”) a la explicación victimizada
con negación (me mentó la madre delante de
mi hija y lo mandé al carajo pero no le pegué)
a la producción de “verdaderos” agresores
(“supervisores de limpieza” que en realidad
son personal de seguridad, -alguien dijo
¿Contraloría?-) que reconocen la golpiza que
originalmente nunca existió. Y ante la clara
evidencia del maltrato desproporcionado en
un video (alguien debería contarle a Velásquez
Quesquén que cosa es la legítima defensa y
a Villa Stein qué cosa es la justicia por mano
propia), el Presidente ha dado, unilateralmente,
por concluido el asunto.
No olvidemos tampoco las amenazas a la
prensa. ¿Qué explicación tengo que darle yo
a la autoridad sobre un trabajo legítimo? Y si
el Presidente quiere hablar de bajezas, yo
encantada, porque en mi agravio, y por su
propia mano, tengo varias en mi haber. Lástima
que algunos, pocos, se autocensuren pero no
esperen eso de la mayoría de la prensa.
Bastaba con reconocer que la conducta
de Gálvez; un muchacho limitado (igual que
Lora) y malcriado en su gesto, (al Presiente
se le debe respeto) no merecía más que una
llamada de atención. Ese mismo día se le debió
pedir disculpas por la paliza que, sin ninguna
autoridad, le dio el personal de seguridad. Si
hubiera sido así, con bofetón o sin él, el asunto
concluía el mismo sábado.
Pero no. Un Presidente irascible, violento,
amenazante y mentiroso, vuelve a llenar la
estampita. Ahora, ¿Me dará una bofetada por
escribir esto?


Diario16 on Monday, October 18, 2010

AUTOR : Rosa Maria Palacios
FUENTE : DIARIO 16

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