domingo, 30 de enero de 2011

Un País de TODAS LAS SANGRES



En 1931, ingresó a la Universidad Nacional
Mayor de San Marcos para estudiar
educación, siendo al mismo tiempo
empleado de correos. Se decidió a escribir
y contar lo que era el mundo andino luego
de leer lo que jueces y literatos escribían sin
conocer la realidad, ni sentirla. Imaginemos
la furia que sintió cuando López Albújar
contaba que los llamados indios no querían
a sus mujeres e hijos y preferían a sus
animales. En los cuentos de su primer libro,
“Agua” (1935) presentó, desde dentro de
la cultura quechua, el gravísimo conflicto
entre señores e indios, con una poesía y
ternura extraordinarias. Su relato Warma
kuyay (amor de adolescente) es, tal vez,
el mejor.
En 1937, por asistir a un mítin de solidaridad
con los republicanos españoles, fue
apresado en la puerta de la casona de
San Marcos y encerrado en “El sexto”, la
dura cárcel limeña, en la que conoció de
cerca el conflicto político entre apristas y
comunistas, costeños y serranos, entre
la ciudad y el campo. Allí, le sirvieron
de consuelo las canciones quechuas
aprendidas en Puquio y San Juan, reunidas
y traducidas después en un precioso librito
“Canto quechua” (1938). Más tarde, en
su novela “El sexto”, JMA vuelve sobre
los conflictos políticos, particularmente
entre apristas y comunistas. Ya casado
con Celia Bustamante, para recuperarse
“Al inmenso pueblo de los señores hemos llegado
y lo estamos removiendo. Con nuestro corazón lo
alcanzamos, lo penetramos; con nuestro regocijo
no extinguido, con la relampagueante alegría del
hombre sufriente que tiene el poder de todos los cielos,
con nuestros himnos antiguos y nuevos, lo estamos
envolviendo. Hemos de lavar las culpas por siglos
sedimentadas en esta cabeza corrompida de los falsos
wiraquchas, con lágrimas, amor, o fuego. ¡Con lo que
sea! Somos miles de millares, aquí, ahora. Estamos
juntos, nos hemos congregado pueblo por pueblo,
nombre por nombre, y estamos apretando a esta
inmensa ciudad que nos odiaba, que nos despreciaba
como a excremento de caballos. Hemos de convertirla
en pueblos de hombres que entonen los himnos de las
cuatro regiones de nuestro mundo, en ciudad feliz,
donde cada hombre trabaje, en inmenso pueblo que no
odie y sea limpio, como la nieve de los dioses montaña
donde la pestilencia del mal no llegue jamás- Así es,
así mismo ha de ser, padre mío, así mismo ha de ser,
en tu nombre, que cae sobre la vida como una cascada
de agua eterna que salta y alumbra todo el espíritu y el
camino”.
(José María Arguedas, Túpac Amaru Kamaq Taytanchisman
Haylli Taki, A nuestro Padre creador Túpac Amaru Himno-
Canción. Ediciones Salqantay. 1962. Lima).
de su quebrantada salud siguió el consejo
médico de volver a los Andes y emprendió el
camino de profesor de lengua y literatura en
el colegio Pumacahua de Sicuani. Vivió feliz el
reencuentro con las piedras trabajadas como si
fueran de barro, la luz y belleza del Cusco, el
descubrimiento de las danzas, cantos y cuentos
de sus estudiantes, de la voz maravillosa de
Carmen Taripha, la cocinera del padre Jorge
C. Lira en la parroquia de Calca, y los primeros
estudios de folklore en el departamento de
Antropología de la Universidad San Antonio
Abad, con Efraín Morote Best y Josafat Roel
Pineda.
En ese fértil período escribió la novela “Yawar
Fiesta” (1941) para presentar el mundo de
señores indios en la provincia de Lucanas,
particularmente en Puquio, a través de los
toreros profesionales y los capeadores o
jugadores andinos con los toros.
Luego de publicar el relato “Diamantes y
pedernales” (1954) y de concluir sus estudios
de Antropología en San Marcos, volvió a Puquio
en 1955 junto con Josafat Roel Pineda y el
sociólogo francés Francois Bourricaud e hizo un
trabajo de campo que le sirvió para escribir el
libro “Puquio: una cultura en proceso de cambio”.
En ese viaje, él y Josafat Roel recogieron una
segunda versión del mito de “Inka Ri”, luego que
el propio Roel y el antropólogo Oscar Núñez
del Prado, lo oyeran por primera vez, algunos
meses antes, a los K`eros del Cusco.
En 1959, la editorial Losada de Buenos Aires
publicó su novela “Los Ríos profundos”. El
éxito fue inmediato, lo situó entre los mejores
escritores peruanos y le abrió las puertas para
viajar invitado a diversos países. En la ficción,
el niño Ernesto recrea una relación de amor
y admiración con su padre, siempre ausente,
gracias a un diálogo mágico a través de la
voz de un trompo (el zumbayllu), los ríos y
los vientos, y trata de un conflicto serio entre
señores y siervos debido al monopolio de la
sal.- No conozco en Perú una prosa con más
ternura que la de esa novela.
En 1962 presenta su cuento “La agonía de Rasu
Ñiti”, un relato precioso sobre la vida y muerte
de un danzante de tijeras, y su poema “Túpac
Amaru Kamaq Taytanchisman Haylli Taki”.
La tesis doctoral y la novela “Todas las sangres”,
dejaron a JMA agotado, con pocos ánimos para
seguir.
Su depresión, compañera constante desde su
primera infancia, lo condujo en 1966 a un fallido
intento de suicidio en el Museo de la Cultura
peruana, del que era director.
Con un nuevo amor y un segundo matrimonio,
Sybila Arredondo, hizo varios viajes a Santiago
para ver a la psiquiatra Lola Hoffman. Su
consejo de escribir para no morir lo embarcó en
su último proyecto literario y póstuma novela “El
zorro de arriba y el zorro de abajo”. Si en “Todas
las sangres” intentó una visión global del país,
con la historia de los zorros asumió el desafío
de ver el país dentro del capitalismo global en
la media en que Chimbote era el puerto mayor
de Perú, convertido en primer exportador de
harina de pescado en el mundo. Dos mil años
después del encuentro de los zorros yungas
de abajo y andinos de arriba en el Pariaqaqa,
nevado de la sierra de Lima -tomado del relato
“Dioses y hombres de Huarochirí” que él tradujo
del quechua- JMA los reunió por segunda vez
en Chimbote para tratar de entender la historia
contemporánea, al mismo tiempo que en sus
“Diarios” iba contando cuán cerca estaba ya
de acertar en su decisión de pegarse un tiro,
y cuáles eran y habían sido sus convicciones
literarias y políticas más importantes en el país
que le tocó vivir.
A fines de noviembre de 1969, el tiro que se dio
cerca de su oficina en la Universidad Agraria
fue definitivo. Unos días después, murió. En
los 42 años transcurridos y ahora, en el primer
centenario de su nacimiento, JMA es un héroe
cultural, un escritor de primera línea y uno de los
cimientos firmes para pensar el futuro del país.
“Todas las sangres”, quiere decir, todas las
lenguas y culturas, todos los rasgos biológicos
existentes en la Costa, los Andes y la Amazonía;
todas las naciones que existen escondidas y
sometidas a una, la occidental criolla.
AUTOR  :  Rodrigo Montoya Rojas

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