domingo, 30 de enero de 2011

Martin Luther King Jr.



“I Have a D r e am ...”

Nace en Enero 15, 1929. Es asesinado en Memphis en 1968.


Un reverendo llegó al podio de una enorme y famosa iglesia a un lado de Harlem y, con su inconfundible voz, su maestría retórica, y una ira digna que surge desde lo más profundo del ser humano, habló de la violencia inaguantable en las comunidades de su país, de la pobreza injusta que la genera, de intervención militar y operaciones clandestinas en países latinoamericanos, de políticos que hablan de paz mientras promueven la sangre, que piden tolerancia pero generan odio.
Fue uno de los discursos más peligrosos de la historia moderna estadunidense, pero casi nunca se menciona en los círculos del establishment en este país, y pocos estudiantes, soldados, pandilleros, y políticos lo conocen (o muchos lo desconocen a propósito).
“Sabía que jamás podría elevar mi voz contra la violencia de los oprimidos en los ghettos sin primero hablar claramente ante el más grande proveedor de violencia en el mundo hoy día, mi propio gobierno”, declaró Martin Luther King, Jr. hace casi 44 años, con su voz retumbando contra los muros de la iglesia Riverside.
Ante guerras, ante injusticias, ante violencia, King advirtió ese día que no se podía promover un mensaje de la no violencia ante la grave violencia que promueven el gobierno y los poderes económicos: “llega un momento cuando el silencio es traición”.
Esas palabras no serán citadas en gran parte de los festejos oficiales del lunes 17 de enero, día feriado federal en honor del natalicio del gran líder del movimiento de derechos civiles. Fue en este discurso en el que más claramente vinculó la lucha por la justicia racial con la lucha por la justicia social y económica, y contra las políticas bélicas.
Denunció la guerra de Vietnam y advirtió, con ecos que podrían ser aplicados hoy a las guerras en Irak y Afganistán, sobre “el incremento… de tropas en apoyo de gobiernos que eran singularmente corruptos, ineptos y sin apoyo popular. Mientras tanto, la gente leía nuestros panfletos y recibían promesas constantes de paz y democracia, y reforma agraria. Ahora languidecen bajo nuestras bombas y nos consideran… su enemigo real”.
Agregó: “Nos observan mientras envenenamos sus aguas, matamos un millón de acres de sus cultivos. Deberán llorar mientras los bulldozers destruyen sus árboles preciosos. Llegan a los hospitales con por lo menos 20 bajas causadas por el fuego estadunidense por cada herida infligida por el Viet Cong. Hasta ahora podremos haber matado a un millón de ellos, en su mayoría niños”.
Y acusó que estas políticas de violencia no son exclusivas a una guerra abierta. “Durante los últimos diez años hemos visto surgir un patrón de supresión que ahora ha justificado la presencia de “asesores”La necesidad de mantener la estabilidad social para nuestras inversiones explica la acción contrarrevolucionaria de las fuerzas estadunidenses en Guatemala. Nos dice por qué los helicópteros estadunidenses se están empleando contra la guerrilla en Colombia y por qué el napalm estadunidense y las fuerzas de boinas verdes ya han estado activas contra rebeldes en Perú. Con tal actividad en mente,
las palabras de John F. Kennedy regresan para espantarnos. Hace cinco años dijo: “Quienes
hacen imposible la revolución pacífica harán
inevitable la revolución violenta”. Cada vez
más, por decisión o por accidente, este es
el papel que ha asumido nuestra nación, al
rehusar ceder los privilegios y placeres que
resultan de las ganancias inmensas de la
inversión en el exterior”.
Y vinculó todo esto con lo que ocurre adentro
de este país. Rechazó limitarse al papel
que se le había asignado como voz del
movimiento de derechos civiles, afirmando
que no se podía hablar del racismo sin
abordar los temas de las guerras, la injusticia
económica y la violencia institucional. “La
guerra en Vietnam es sólo un síntoma de una
enfermedad mucho más profunda dentro del
espíritu estadunidense, y si ignoramos esta
grave realidad… estaremos marchando y
asistiendo a mítines sin fin a menos de que
se dé un cambio significativo y profundo en
la vida y política estadunidense”, dijo.
Llamó a una transformación de fondo:
“nosotros como nación tenemos que
realizar una revolución radical de valores.
Cuando las máquinas y las computadoras,
las ganancias y los derechos de propiedad
son considerados más importantes que la
gente, los trillizos gigantescos del racismo, el
materialismo y el militarismo son incapaces
de ser conquistados”.
La semana pasada en Tucson, Arizona, otro
gran artista de la retórica ofreció un discurso
ampliamente elogiado por su compasión,
por su llamado a superar el odio en este
país, y para cumplir con las aspiraciones
de las víctimas de la balacera en Tucson. El
presidente Barack Obama logró un discurso
con todas las palabras “correctas”, pero no
las acompañó con nada que se pareciera

a un rechazo a los “trillizos gigantescos”
mencionados por King. No abordó, como King,
si las políticas bélicas que buscan resolver
profundos y complejos problemas en otros
países con balas, tienen alguna relación con
actos violentos nutridos por odio e intolerancia
en una crisis económica que anula la vida de
millones. Tal vez no se pueden decir esas
cosas en Arizona.
Vale recordar que Arizona fue uno de los
estados que abiertamente rehusó reconocer
el Día de Martin Luther King; sus legisladores,
incluyendo el actual senador John McCain,
votaron en contra de aprobarlo como día
federal (aunque poco después McCain fue
obligado a revertir su posición por presión
popular). El día fue promulgado después de
años de esfuerzos en 1983 y fue festejado
por primera vez en 1986, con la excepción
de Arizona y un par de estados más. No fue
hasta 1992 que Arizona finalmente aprobó
oficialmente el día festivo, y eso sólo después
de un boicot turístico, deportivo y cultural del
estado por el resto del país.

AUTOR  :  David Brooks


Fuente: La Jornada

No hay comentarios:

Publicar un comentario