domingo, 12 de septiembre de 2010

Nueva Divisa



La polémica que ha surgido en los Estados
Unidos y Europa entre quienes proponen
un mayor estímulo gubernamental y los
partidarios de la moderación fiscal da
enteramente la impresión de un debate sobre
la historia económica. Los dos bandos han
vuelto a examinar la Gran Depresión del
decenio de 1930 –además, de la historia de
las crisis de deuda soberana, que se extiende
a lo largo de siglos– en una polémica que tiene
poco parecido con las polémicas habituales
de política económica.
El bando partidario del estímulo se refiere
con frecuencia al perjuicio causado por la
moderación fiscal en los Estados Unidos en
1937, cuatro años después de la elección de
Franklin Roosevelt como Presidente de los
EE.UU. y el lanzamiento del Nuevo Trato.
Según los cálculos del economista Paul van
den Noord, el resultado neto del presupuesto
de 1937 fue una contracción fiscal que
representó tres puntos porcentuales del PIB, lo
que no constituyó una cantidad insignificante
precisamente. El crecimiento económico se
desplomó del 13 por ciento en 1936 al 6 por
ciento en 1937 y el PIB se contrajo un 4,5 por
ciento en 1938, mientras que el desempleo
aumentó del 14 por ciento al 20 por ciento.
Aunque la política fiscal no fue la única causa
de la doble caída, la inoportuna moderación
fiscal contribuyó, desde luego, a ella.
Así, pues, ¿estamos como en 1936 y podría
la restricción presupuestaria prevista en
muchos países provocar una similar recesión
con doble caída?
Las malas noticias que vive la economía
tienen un claro protagonista central: las
sesgadas políticas de los bancos centrales,
que no sólo fueron incapaces de advertir
la peligrosa crisis que se cocinaba en sus
propias entrañas, sino que siempre aplicaron
las recetas equivocadas.
Revertir aquella masiva destrucción de
empleo no es tarea fácil. Y se hace aún
más difícil cuando las empresas postergan
sus proyectos de inversión ante el claro
estancamiento global.
En estos tres años de crisis ha quedado
en claro que la política monetaria no tiene
ninguna herramienta real para superarla. Toda
su magia depende de la imprenta para crear
dinero, por lo que en los buenos tiempos, no
es la responsable de la estabilidad que se le
atribuye. La única estabilidad real la genera
el empleo y en esto, la política monetaria no
hace ningún aporte. Por eso que el objetivo
único de los bancos centrales, el control de la
inflación, resultó tan nefasto.
A tres años de iniciada la crisis, y a dos años
del colapso de Lehman Brothers, las políticas
de la Fed y del BCE no han logrado neutralizar
el alto nivel de desempleo que socava el
mundo y que de acuerdo a los declaraciones
del FMI y la OIT, se encuentra en los niveles
más altos de la historia, con 220 millones de
desempleados oficiales. Y no hay planes para
que el desempleo comience a disminuir y la
demanda a aumentar. Solo grandes planes
de movimientos de dinero que se intercambia
entre muy pocas manos.
Nadie se percató de que las políticas
monetarias marchan al mismo ritmo de las
burbujas y, como es lógico, mientras esta
se infla, cumple su rol de facilitar la liquidez.
Todos son felices mientras la burbuja crece,
porque todos creen que siempre seguirá
igual: creciendo y haciendo dinero. Nadie se
pone en el caso de que esa burbuja tarde o
temprano reventará. Así fue como se crearon
los grandes desequilibrios que culminaron
con la actual crisis.

Un Poco de Historia

Aunque resulte chocante para algunos, lo
cierto es que el dólar es responsable del actual
desorden financiero que tiene en aprietos a
todo el Sistema Monetario Internacional. La
actual crisis es consecuencia del rompimiento
de los acuerdos de Bretton Woods aquel 15
de agosto de 1971, que dejó al dólar como
la divisa internacional y a Estados Unidos
cumpliendo un rol hegemónico en el concierto
mundial que le exigía aquella conducta
responsable que nunca tuvo. El FMI da cuenta
de cómo se pretende abandonar al dólar como
divisa internacional, para crear una divisa
estilo “Bancor”, la propuesta keynesiana de
los años 40 que no fue considerada por el
triunfalismo estadounidense tras la segunda
guerra mundial. Como vemos, el problema
es profundo, y cala hondo en el paradigma
financiero que hemos conocido. Estados
Unidos hizo creer al mundo que el dólar
podría cumplir con las condiciones que exigía
el patrón oro para una globalización
sostenible. Pero no fue así.
La actual crisis es causa crucial de esa
trasgresión que se produjo a principios de
los años 70, que abandonó los patrones
de la gobernabilidad para dejar al sistema
a merced del neoliberalismo a ultranza.
Esto lo describimos en un artículo anterior,
Al borde de la Quiebra
Ahora, es el propio FMI quien señala la
necesidad urgente de cambiar al dólar
como moneda de reserva para dejar la
divisa internacional en manos del Bancor,
es decir, en una moneda que refleje
las condiciones reales del comercio
internacional. Como lo hemos advertido:
el dólar tiene los días contados como
moneda de reserva. Y si esto comienza
a decirse desde el interior de la misma
institución que elevó al dólar a la categoría
de divisa internacional, por algo será.
La acumulación sin precedentes de los
actuales desequilibrios en cuenta corriente,
la volatilidad de los enormes flujos de
capital especulativo que cruzan fronteras
y conllevan una fuerte acumulación de
divisas en algunos países y profundos
déficit en otros, ha implantado el actual
entorno caótico donde el gran perdedor
ha sido el capitalismo productivo.
A modo de ejemplo, en los últimos años
la acumulación de reservas ha alcanzado
el 13% del PIB mundial, triplicando los
niveles existentes el año 2000. Gran
parte de estas reservas se concentran en
dólares de Estados Unidos, país que se
acerca a un nivel de deuda del 400% de
su PIB, situación altamente preocupante
y que explica el actual estancamiento
de la primera economía del planeta,
consumidora del 50% del PIB mundial,
y que amenaza con provocar una nueva
recesión global. Por eso que otra de las
propuestas es crear una verdadera divisa
mundial, que sea independiente de las
monedas de los países, algo que sin duda
creará muchos conflictos de intereses
pues todos los países grandes querrán
tomar parte y hacerse de su porción de
la torta. Lo único cierto es que el actual
sistema hace agua por los cuatro costados
y ya no da para más. Por eso que esta
primera aproximación es para dar cuenta
de los profundos cambios que se tejen en
las propias entrañas del sistema del cual
somos parte, y que tanto los gobiernos
como las instituciones prefieren ignorar,
defendiendo tal vez mezquinos intereses.
¿Qué les parece?

AUTOR : Lucio Agustin Torres
FUENTE : PAGINA 15 EDICION IMPRESA, SETIEMBRE 2010

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